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A pesar de que no soy uno de los protagonistas de esta historia, a mí me toca ser el narrador. No soy más que un testigo de esos sucesos, y los chicos que los sufrieron no están aquí hoy para contarlo.

Ellos estaban en un salón de clases en la escuela. Sin hacer caso de las advertencias del conserje, decidieron quedarse hasta más tarde, a riesgo de la supuesta criatura que merodeaba por allí en las noches. Tenían curiosidad de saber si esto era real. Era una leyenda inventada para dar explicación a extrañas desapariciones que sucedían a esas horas en el colegio. Yo soy un guardia de seguridad y estaba vigilando desde mi puesto; vi todo a través de las cámaras.

Estaban charlando sobre cosas que no importan ahora; se escuchaban unos extraños susurros cubiertos por un manto oscuro, entre las sombras. Los chicos, que no logré reconocer, hacían caso omiso de ellos poniendo como excusa que era el viento… Ojalá hubiera sido el viento. Se cortó el vídeo de la cámara del salón en el que estaban, y no pude ver nada de lo que sucedía en ese lugar. A pesar de que no tenía vídeo, el audio se seguía escuchando. Pude reconocer los sonidos de bancos corriéndose y cayéndose repentinamente; lo primero que supuse era que, si el monstruo era real, estaba llevándose con él a todos los chicos del aula. Así, sucesivamente, todos los niños desaparecieron de formas muy violentas y bruscas… Volvió a funcionar el vídeo de la cámara.

Allí, en el suelo, se podían observar dos enormes charcos de sangre donde fueron atrapados dos chicos. Los demás eran ahora cadáveres tirados en el suelo, rodeados de sangre y tripas salidas de sus estómagos. Y lo peor fue el monstruo: no quiero recordar su cara, pero sus ojos eran intensamente rojos, los mismos ojos que antes había visto en un rincón del aula. Se encontraba devorando los órganos de un niño cuyo aspecto no recuerdo.

Yo estaba aterrado y la criatura, seguramente, disfrutando el sabor de la carne humana. Miró directamente a la cámara, como si pudiese verme, y pronunció lentamente:

-¿P-P-POOOOOR QUÉEEEEEEEEEE... MIRAAAAAAAAS?

En los parlantes se escuchaban susurros, los mismos de antes. Decían, trabajosamente, cosas como “tú sigues” y “no debiste mirar”. Recuerdo perfectamente sus lastimeras frases:

-T-Túuuuuuuuuu... jamáaaaaaas… d-debiste… hab-beeeeeeerrrrrrr… miradoooooooooooo…

Corrí, corrí y corrí hasta salir del colegio, y ahora me encuentro encerrado en mi casa.

Esa criatura vendrá por mí, por descubrirla y por escribir esto y confirmar su existencia. Vendrá también por ti, por haber leído esto. Asegúrate de cerrar puertas, ventanas y todo tipo de acceso a tu casa, aunque probablemente…

Ahora mismo ya te esté acechando. Esa criatura con esos horripilantes ojos rojos.

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